Te amedrentaste con los colmillos funerarios,
en lo más ausente del promontorio,
donde descansaban trémulas las arengas
por esencia siempre tan pueriles.
Te empecinabas entre retales,
fuentes rotas, silencio y padrinazgo.
Tus ojos transformados en sumidero
de promesas y reacciones vanas.
Animal que se sustenta en el comienzo
de saberse momentáneamente alimentado.
Pretérito con los brazos determinandos.
Ignorante, de un afluente ya apostado.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario