lunes, 25 de agosto de 2008

Te amedrentaste con los colmillos funerarios,
en lo más ausente del promontorio,
donde descansaban trémulas las arengas
por esencia siempre tan pueriles.
Te empecinabas entre retales,
fuentes rotas, silencio y padrinazgo.
Tus ojos transformados en sumidero
de promesas y reacciones vanas.
Animal que se sustenta en el comienzo
de saberse momentáneamente alimentado.
Pretérito con los brazos determinandos.
Ignorante, de un afluente ya apostado.

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